Mesoamerica
En el sureste de Mexico y parte de Centroamerica, pueblos
habitantes de lenguas mayas iniciaron su desarrollo cultural, aproximadamente
2,000 años a.C y en la actualidad aún habitan en esa región sus descendientes:
chontales, choles, chortis, yucatecos, tzotziles, lacandones, entre otros.
México fue el
asentamiento de algunas de las civilizaciones más antiguas y desarrolladas del
hemisferio occidental. Existe evidencia de que una población dedicada a la caza
habitó el área hacia el año 21000 a.C. o incluso antes. La agricultura comenzó
alrededor del año 5000 a.C.; entre los primeros cultivos estuvieron la
calabaza, el maíz, el frijol y el chile. La primera civilización mesoamericana
importante fue la de los olmecas, quienes tuvieron su época de florecimiento
entre el 1500 y el 600 a.C. La cultura maya, de acuerdo con la investigación
arqueológica, alcanzó su mayor desarrollo al acercarse el siglo VI. Otro grupo,
los guerreros toltecas, emigraron desde el norte y en el siglo X establecieron
un imperio en el valle de México. Fueron los fundadores de las ciudades de Tula
y Tulancingo (al norte de la actual ciudad de México) y desarrollaron una gran
civilización todavía evidente por las ruinas de magníficos edificios y
monumentos.
El antiguo pueblo
de los olmecas del sur del golfo de México originó la más antigua civilización
en Mesoamérica (México y América Central), y cuyo esplendor se fecha desde
aproximadamente el 1500 hasta el 900 a.C. Su área central ocupó unos 18.000
km2, en las pantanosas selvas de las cuencas ribereñas de los actuales estados
mexicanos de Veracruz y Tabasco. Su influencia se extendió gradualmente hasta
las tierras altas de México, esto es, el valle de México, conocido como el Anahuác,
y los actuales estados de Oaxaca y Guerrero, por lo que influyeron en otras
culturas posteriores como la mixteca y zapoteca. Los olmecas iniciaron su
andadura, durante el denominado período olmeca I (1500-1200 a.C.), con pequeñas
aldeas costeras que practicaban una agricultura incipiente y mantenían el
importante aporte de la caza y la recolección. El período olmeca II (1200-400
a.C.) comprende San Lorenzo, su centro más antiguo conocido, que fue destruido
en torno al año 900 a.C. y sustituido por La Venta, una ciudad creada según un
patrón axial que influyó en el desarrollo urbanístico de América Central
durante siglos. Una pirámide de tierra apisonada de 30 m de altura, una de las
más antiguas de Mesoamérica, estaba situada en el centro de un complejo de
templos y patios abiertos. El período olmeca III (400-100 a.C.) se caracteriza
por su marcada decadencia, ubicado en los centros de Tres Zapotes y Cerro de
las Mesas y que reflejan ya las influencias de las culturas de Teotihuacán y
maya, que comenzaron su expansión en los primeros siglos de la era cristiana.
Los olmecas, cuyo
nombre significa ‘país del hule’ (del azteca ulli, hule o caucho),
fueron los primeros en emplear la piedra en la arquitectura y escultura, a
pesar de tener que extraerla de los montes de Tuxtla, a 97 km al este de Tula.
Sus obras escultóricas incluyen tanto las colosales cabezas masculinas de
basalto de 2,7 m de altura y 25 toneladas de peso como pequeñas estatuillas de
jade que pueden observarse, junto a otros productos olmecas, en la ciudad
mexicana de Villahermosa. Su sistema de escritura fue el precursor de los
jeroglíficos mayas, y es probable que el famoso calendario maya se haya
originado en la cultura olmeca. La civilización olmeca dejó establecidos
patrones de cultura que influyeron en sus sucesores en los siglos venideros;
por ello está considerada como la cultura ‘madre’ más importante de México.
El yacimiento
arqueológico de Teotihuacán contiene los restos de la ciudad más antigua del
continente americano, situado en el municipio mexicano homónimo, 45 km al
noreste de la actual ciudad de México. El lugar fue ocupado por primera vez en
los siglos I y II a.C. De ser un pequeño asentamiento pasó a convertirse en una
importante ciudad en el siglo II d.C., hasta cerca del año 700 d.C. Se han
formulado varias hipótesis para explicar su decadencia y posterior abandono:
disensiones internas, cambios climáticos, o invasiones de pueblos del norte. Su
población se dispersó por la región central de México y también en lugares
apartados, llegando algunos a establecerse en los países que en la actualidad
son los de El Salvador y Nicaragua. La ciudad ocupaba una superficie muy
amplia, 21 km2, y llegó a estar poblada por 125.000 habitantes siendo
considerada ya en ese entonces una de las ciudades más grandes del mundo. Sus
notables monumentos incluyen las Pirámides del Sol y de la Luna, unas de las
edificaciones más grandes jamás construidas, la Ciudadela, el templo de
Quetzalcóatl y la Avenida de los Muertos, que es una amplia vía flanqueada por
los restos de antiguos templos de casi 2.000 m de longitud. Los muros de
algunos de ellos están decorados con frescos de color que representan temas
mitológicos o religiosos. El conjunto de las casas seguía un trazado
urbanístico en forma de cuadrícula que rodeaba el centro monumental de la ciudad.
Los habitantes de Teotihuacán, que, en realidad, fue una verdadera
ciudad-estado, tuvieron estrechos contactos con la contemporánea cultura maya
del Yucatán y de Guatemala, y su cultura ejerció una importante influencia en
posteriores civilizaciones mexicanas como la de los aztecas.
Una gran variedad de motivos en efigies y figuritas de
piedra, concha, turquesa, hueso y en general otros materiales reservados en la
mayoria de los casos a la elite gobernante, nos indican el culto a otras
deidades mesoamericanas como el guerrero muerto, esta deidad en su advocación
de Xiuhcóatl aparece como una serpiente de turquesa azul y se le asocian la
guacamaya escarlata y los motivos fálicos.
La cultura maya
produjo una arquitectura monumental, de la que se conservan grandes ruinas en
Palenque, Uxmal, Mayapán, Copán, Tikal, Uaxactún, Quiriguá, Bonampak, Tulún y
Chichén Itzá, entre muchas otras. Estos lugares eran enormes centros de
ceremonias religiosas. Se consideran tres estilos arquitectónicos: el río Bec,
el Chenes y el Puuc, cada uno con características de ingeniería y ornamentación
propias. La distribución de las ciudades consistía en una serie de estructuras
piramidales, la mayoría de las veces coronadas por templos o cresterías
labradas, y agrupadas alrededor de plazas abiertas. Las pirámides escalonadas
estaban recubiertas con bloques de piedra pulida y por lo general llevaban
tallada una escalinata en una o varias de sus caras. La infraestructura de las
pirámides estaba formada habitualmente por tierra y piedras, pero a veces se
utilizaban bloques de piedra unidos con mortero.
Aunque en la
actualidad representa una excepción, se cree que el Templo de las Inscripciones
de Palenque, que aloja la tumba del rey Pacal, puede no ser el único monumento
de uso funerario que se construyó en la cultura maya. El tipo más común de
construcción consiste en un núcleo de escombros o piedra caliza partida,
mezclada con hormigón o cemento, y recubierta con piedra pulida o estuco. Las
paredes de piedra se edificaban, por lo general, sin mortero. La madera se
utilizaba para los dinteles de las puertas y para las esculturas. Su gran
hallazgo técnico fue el sistema de la falsa bóveda por aproximación de filas de
bloques de piedra, para cubrir espacios alargados o estrechos, que concluyen en
el característico arco maya, del cual existen 10 tipos diferentes. Las ventanas
eran poco frecuentes, muy pequeñas y estrechas. Los interiores y exteriores se
pintaban con colores vivos. Se dedicaba especial atención a los exteriores y se
decoraban profusamente con esculturas pintadas, dinteles tallados, molduras de
estuco y mosaicos de piedra. Las decoraciones se disponían generalmente en
amplios frisos que contrastaban con franjas de ladrillos lisos. Las viviendas
de los comunes se parecían seguramente a las chozas de adobe y techumbre de
ramas que todavía hoy se pueden apreciar entre los mayas contemporáneos.
Las vasijas adoptan diferentes formas, destacan las ollas
globulares con protuberancias en el cuerpo, con asas vertedera del tipo canasta
o de estribo, cajetes con soportes sonaja, patojos con asas solidas,
recipientes en forma de calabaza, jarras zoomorfas que representan aves y
vasijas miniatura, copia fiel de las de mayor tamaño.
La decoración en la ceramica es variada, puede ser pulida
con apariencia cerosa, pintada en capas gruesas o translucidas en las que se
adivinan los motivos que se encuentran abajo de la pieza, se combinan colores
como el negro, blanco, rojo naranja y crema. En la tecnica del negativo se
combinan colores, consiste en aplicar los diseños en el barro y cubrirlos con
cera de abeja en estado liquido, despues se pinta la pieza de un color oscuro,
al cocerse se derrite la cera y aparece el dibujo contrastado.
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